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Redacción Domingo. Publicado 24 de diciembre de 2023 12:00 AM
Noticias de Nicaragua y el mundo

De primeras damas a dictadoras
Estas mujeres iniciaron su carrera política a la sombra de sus esposos y acumularon poder hasta instaurar “dictaduras conyugales”. Todas han tenido hambre de protagonismo y se dedicaron a acumular una gran cantidad de cargos, lujos y títulos.
Celos, intrigas y manipulación. Las primeras damas que se convirtieron en “codictadoras” aplicaron las mismas fórmulas. Elena Ceausescu en Rumanía; Imelda Marcos en Filipinas, Madame Mao en China y, por supuesto, Rosario Murillo en Nicaragua.
Rosario Murillo
Por la cercanía geográfica, el caso de Rosario Murillo, esposa de Daniel Ortega, es el más conocido en América Latina. Una mujer que inicia su carrera política en las sombras y va acumulando poder hasta convertirse en una dictadora que gobierna hombro a hombro con su esposo.
En los años ochenta, durante los primeros mandatos de Ortega, la relación de la pareja fue más bien distante; sobre todo en la segunda mitad de la década, cuando Murillo se entregó de lleno a la vida hippie y a las fiestas amanesqueras, rodeada por una pandilla de poetas, pintores y bohemios que la visitaban en su casa de El Carmen y “salían ya con la luz del día cuando los niños estaban buscando cómo ir a clases”, relata el libro El Preso 198, un perfil de Daniel Ortega.
Ortega la dejaba ser, indiferente a las actividades recreativas de su esposa. Para su campaña electoral de 1989 incluso le ordenó que se quedara al margen y, antes de irse de paseo a México, Murillo le advirtió con voz profética: “Vas a perder”. La derrota electoral ante doña Violeta Barrios de Chamorro marcó el inicio del reacercamiento de la pareja. Ella regresó de México y lo respaldó, no sin antes recordarle: “Te lo dije”.
Pero en el camino de Murillo hacia el poder todavía debían ocurrir dos episodios trascendentes. En 1994 Ortega sufrió un infarto cardiaco que lo sometió a los cuidados de su mujer, quien empezó a supervisarle los hábitos y la dieta. Cuatro años después se produjo la denuncia de Zoilamérica por abuso sexual y Murillo apoyó a su esposo, dándole la espalda a su propia hija. “A partir de ahí logra el control sobre él que buscó toda su vida”, dice El Preso 198.
La mano de Murillo se apreció con toda claridad en la campaña electoral de 2006, cuando Ortega logró regresar al poder. Desde entonces su estilo particular se percibiría en toda la línea gráfica de la propaganda del régimen. Sus colores chillones, su gusto particular por el rosa fucsia, sus gigantografías rosadas y sus árboles de la vida empezaron a verse por doquier.
El premio a su dedicación llegó en 2016, cuando Ortega la nombró candidata a la vicepresidencia, aunque en funciones era más bien una “copresidenta”, además de vocera gubernamental y primera dama.
A raíz de las protestas de 2018, la pareja abandonó toda apariencia de gobierno democrático y se mostró ante el mundo como un régimen totalitario y violador de derechos humanos. En su papel de “codictadora”, Murillo ha seguido ganando poder a lo interno del partido y en las instituciones del Estado, preparando el terreno para un eventual relevo que asegure a su familia como una dinastía.
Madame Mao
Jiang Qing era una mujer con inquietudes artísticas, que se interesaba por el teatro, la danza, la música y la fotografía. Fue ella quien se aseguró de eliminar a todos los enemigos y posibles disidentes del régimen de su esposo Mao Zedong.
Luego de lanzar su ambicioso proyecto “Gran Salto Adelante” para que la industria china saliera del sector agrícola y se dedicara al acero, el líder comunista causó una gran hambruna que, de 1959 a 1962, dejó entre 15 y 40 millones de muertos. Debido a ello perdió el poder y la presidencia de China fue asumida por Liu Shaoqi y su esposa Wang Guangmei, una mujer políglota, graduada en Física Atómica, por quien Madame Mao sentía un profundo odio.
Sin embargo, irónicamente la caída de Mao Zedong representó una oportunidad para su esposa. De pronto el caudillo rojo, amante del poder absoluto, necesitaba de las habilidades de su mujer para la intriga, la venganza y la manipulación.
Madame Mao empezó por adoctrinar a unos cuantos adeptos y llenar de mensajes políticos las obras que se presentaban en los teatros. Su plan culminó con éxito en 1966, el año que se propuso “destruir China para salvar China”, llevando a cabo una purga nacional contra burgueses, reformistas, revisionistas, intelectuales, académicos y toda persona con “peligrosos pensamientos capitalistas”. En la “limpieza” cayeron el presidente y su esposa, sometidos a cárcel, tortura y humillación.
La cacería de Jiang Qing dejó cerca de dos millones de muertos y más de cuatro millones de detenidos. Y no podría haberlo logrado sin sus once millones de guardias rojos, salidos de la juventud comunista que seguía con voluntad religiosa las enseñanzas políticas de Mao Zedong.
El líder comunista murió el 9 de septiembre de 1976, luego de diez años de estragos y anarquía. Menos de un mes más tarde, el 6 de octubre de 1976, la terrible Madame Mao fue arrestada por el nuevo gobierno de China.
En sus últimos años padeció cáncer de laringe, por lo que pasaba mucho tiempo fuera de prisión, en hospitales. El 13 de mayo de 1991 escribió sus últimas palabras: “Presidente, su estudiante y co-luchadora va en camino a verle ahora”. A eso de las 3:00 de la madrugada del 14 de mayo, cuando la enfermera la dejó a solas, se arrastró hasta el baño de su cuarto de hospital, amarró varios pañuelos para hacer una cuerda y se colgó de un tubo sobre la bañera. Tenía 77 años.
El gobierno de China, presidido por uno de sus antiguos perseguidos políticos, tardó casi un mes en dar la noticia. El 8 de junio, el periódico chino Liberation Daily reportó: “La bruja se ha suicidado”.
Elena Ceausescu
La esposa de Nicolae Ceausescu era ferviente admiradora de Madame Mao y, cuando la conoció en persona, se propuso que ella también saldría de las sombras y le sacaría provecho a su privilegiada posición de primera dama de la república de Rumanía. Lo logró con tanto éxito que a comienzos de los ochenta en el país se rumoraba que la señora podía competir en elecciones contra su marido y sustituirlo en el poder.
Durante su viaje a la China comunista, ocurrido en 1971, los Ceausescu copiaron el culto a la personalidad y los desfiles apoteósicos en honor al caudillo, solo comparables con los de Kim Jong-il en Corea del Norte. Por otro lado, Madame Mao compartió con Elena consejos para ganar protagonismo: “dirigir con maestría la propaganda y saber promocionar su imagen”, “ganar popularidad y audiencia poniéndose hábilmente en escena al lado de su marido” para después “dirigir su país codo a codo con Nicolae”.
Nicolae Ceausescu se hizo llamar el “Conducator” (Conductor o líder) y el “Genio de los Cárpatos” e incluso usaba un cetro de monarca en sus apariciones públicas. Mientras que Elena volvió a Rumanía convertida en una mujer ambiciosa y pidió para sí misma el título de “Madre de la Nación”.
Juntos despilfarraron el presupuesto del país, pero Elena quería más. Deseaba convertirse en una “científica de renombre universal” y se dedicó a conquistar títulos de dudosa procedencia que le permitieron escalar puestos hasta ocupar el cargo de viceprimera ministra y controlar el campo académico. Era ella quien concedía las becas de investigación científica y decidía qué carreras ofrecer en las universidades. Aunque a duras penas conocía la fórmula H2O, al final de su vida contaba con 74 títulos universitarios, entre rumanos y extranjeros.
“Si él era el ‘Conducator’, ella era sabia, ingeniera, doctora, académica, héroe de la patria, dignidades que la acompañaban en las publicaciones de los medios de comunicación que le rendían pleitesía”, describe el reportaje Mujeres dictadoras, de la revista Magazine.
La “Madre de la Nación” no toleraba la competencia y se afirma que llegó al punto de destituir al ministro de Relaciones Exteriores, Corneliu Manescu, porque su esposa era bella y elegante y en una ceremonia oficial el presidente de Turquía la creyó primera dama de Rumanía.
Los delirios de grandeza terminaron abruptamente a finales de 1989.
El comunismo se derrumbaba en Europa del Este y una revuelta ciudadana en las ciudades más importantes del país, apoyada por el Ejército, los sacó del poder en menos de diez días para ponerlos frente al pelotón de fusilamiento.
Nicolae, de 71 años, tenía los ojos llorosos cuando era llevado al paredón. Elena, de 73, solo quería morir al lado de su marido.
Imelda Marcos
Entre las esposas de dictadores ha sido común el gusto por coleccionar artículos de lujo. En 2012 los medios oficialistas tomaron 463 fotografías de Rosario Murillo, en las que aparecía usando 462 distintos vestidos. En Filipinas, la esposa del dictador Ferdinand Marcos tuvo aficiones similares.
Tras la caída del régimen que duró 21 años en el poder, a Imelda Marcos le encontraron más de mil pares de zapatos, mil bolsos de mano, 508 vestidos, 71 pares de lentes de sol, 65 paraguas, 15 abrigos de visón y más de 750 joyas.
Al igual que Madame Mao, Elena Ceausescu y Rosario Murillo, la primera dama filipina ocupó altos cargos estatales durante la gestión de su esposo. Entre otros puestos, fue embajadora plenipotenciaria y extraordinaria, ministra de Asentamientos Humanos y gobernadora de Gran Manila. La pareja amasó unos 10,000 millones de dólares por medios ilícitos mientras duró su “dictadura conyugal”, que dejó miles de muertos, encarcelados y torturados.
También hubo un tiempo en que, como Elena Ceausescu, Imelda fue conocida con el título de “Madre de la Nación”, debido a sus programas sociales. Pero la corrupción del régimen y los excesos de la “mariposa de hierro” mientras Filipinas se hundía en la pobreza, la volvieron blanco de las críticas.
El matrimonio no pensaba salir del poder, pero la Revolución Popular de 1986 lo obligó a dejarlo y exiliarse en Hawái. En 1991 Imelda regresó a Filipinas a fin de enfrentar numerosos cargos, pero en lugar de ir a la cárcel incursionó nuevamente en la política, ocupando escaños en la Cámara de Representantes del Congreso. Hoy día tiene 94 años y es una especie de celebridad, además de una de las personas más ricas de su país.