VIAJE EN LUNA LLENA

VIAJE EN LUNA LLENA
Carlos Fradique-Méndez

Ahora todos mis recuerdos se vuelcan sobre ese pedazo de tierra, adormecido en el propio corazón del paraíso y que llamamos cariñosamente “La Vega de San Juan”.

Los invito a imaginar que ahora, a esta hora, guiados por la luna llena, nos abraza la tesitura de la noche, nos arrullan los grillos, en el cielo juegan las estrellas y soñamos que no hay rincón de la tierra más propicio que el nuestro, en nuestra Vega, para venerar sin límites el valor de la amistad.

Hoy se me antoja que Bogotá es el más hermoso barrio poblado de La Vega, y que en un momento de euforia levamos anclas, atravesamos la campiña de la sabana, respiramos el aire con olor a leche fresca y a flores que se juntan en ramilletes para llevar millares de mensajes que dirán “te quiero” y seguir el camino para aspirar el néctar de los eucaliptos y hacer una parada en el delicioso caserío del Vino que no puede tener un nombre más apropiado para capturar el afecto del viajero:

Pare que en El Vino venden
Vino, ricuras, jamón,
Pan de bono, postres, tortas
Y truchas al pescador.

Del vino carretera abajo, por un instante la travesía nos invita a reflexionar sobre la virtud de la prudencia al conducir. Las montañas a lado y lado de la vía, caprichosamente comienzan como sortijas de hermosa cabellera a simbolizar figuras y siluetas que se estrechan como queriendo juntarse en las alturas para terminar, ya llegando al apacible paisaje del Chuscal, en una verdadera maravilla de la naturaleza semejante a una espuma para almacenar el agua de la vida que sirve de alimento a muchas de nuestras fuentes y riachuelos que al paso por nuestros predios entonen con justificada nostalgia:

Ya no lloran las quebradas,
Los ríos se están secando
Y el Corazón de La Vega
Muy triste se va cantando:

“No dejemos que mañana
Las flores estén marchitas
Porque, dormidas las flores,
¿Quién nos sanará las cuitas?”

Por tradición la historia cuenta que El Chuscal, hasta hace no mucho tiempo, estuvo vestido de chusque y que de ahí tomó su nombre. Yo he dudado de esta narración que, aun cuando fascinante, puede tener menos asidero que la que he experimentado durante las incontables veces que he podido contemplar ese bellísimo paisaje. Yo me atrevo a pensar que este paraje es singularmente “chusco”, a veces paradisíacamente melancólico, y que de ahí tuvo origen su verdadero nombre.

Estamos a unos pocos segundos de abandonar las montañas que a nuestro paso se han unido y que ahora se dispersan para desembocar sobre patio bonito y la Zulia y contemplar el cielo abierto hasta el infinito, sin obstáculos, y si hay nubes aparentan como copos de nieve en cumbres de los Andes. Toda la libertad que puede gozar el ser humano se siente cuando podemos ver en la profundidad el Parque Nacional de los Nevados, imaginar la profundidad del mar, sentir la belleza del pico de Santa Teresa o SAUTATUMI y de reojo sentir casi a nuestros pies el lomo de nuestro cerro elefante protector.

Es difícil que uno de nosotros, así sienta solo un poco de cariño por La Vega, a partir de ahora no se deleite con el ensueño de un panorama que abruptamente se ha ido tornando majestuoso a nuestro paso.

Ahora el campo se viste con olor a café y plátano y frutales. Las flores son más hermosas y los colores caprichosamente son más vivos. Ya pronto estaremos en el remanso de paz y de alegría que tanto anhelamos durante los días de duro trabajo en la semana.

De aquí en adelante podremos embelesarnos con las mil caras del cerro El Butulú, la magia de la laguna El Tabacal y sus míticos patos de oro, el vegasuario, la sensualidad del cerro La Teta y El Cebú, las pirámides de la Huerta cuyos vértices unidos forman como una hipotenusa que se pierde en el infinito.

El lomo de un gigantesco saurio. Lo llamo Vegasaurio
Se observa desde Chilin hasta 400 metros arriba por la carretera

Pirámides y perfiles
Se dibujan en La Huerta
Como si Dios nos tuviera
La entrada del cielo abierta.

Se identifican las tres pirámides gigantes sobre la ribera del río Gualivá.
Muestra de la perfección de la mano creadora de la naturaleza.

Y para terminar esta fantasía por qué no degustar un delicioso pan veguno cuya mágica receta se guarda celosamente en el recuerdo siempre joven de nuestras abuelas.

Nada más dulce que el dulce
Que con amor degustamos
En un dulce pan veguno,
Cuando el café nos tomamos.

La Vega tiene ese exquisito encanto de los pueblos y villas en los que todavía soñamos que algún día, y ojalá el día esté cercano, volveremos a pescar de noche, podremos salir a la hora veinticinco a interrumpir el sueño del ser amado con una canción de aniversario, podremos viajar acompañados con la luz de la luna para romper el hielo de esta vereda serenamente fría y gozar de la amistad y el calor humano de todos Uds. y la libertad que nos brindan nuestros ríos, veredas, peñascos y praderas.

Los invito a seguir cultivando el nunca bien apreciado valor de la amistad que nos hermana en esta noche y a seguir unidos en torno a

Mi Vega, la que fascina
Por su belleza y su clima,
Donde Dios halló el encanto
De la alegre primavera
Para mitigar el llanto
Y el dolor que al alma aquejan.

La Vega, 6 de junio de 2003